El texto propone una nueva manera de pensar sobre las cuestiones tecnológicas vinculadas con la educación.
Una de las ideas principales es que la familiaridad que tenemos con ciertos objetos, materiales y prácticas vuelve relativamente invisible para nosotros su condición de “tecnologías”.
Las nuevas tecnologías se han convertido en un problema educativo, un desafío, una oportunidad, un riesgo, una necesidad. todo eso, por razones que poco tienen que ver con las decisiones intencionales de los propios educadores.
La finalidad primordial es analizar qué significa pensar sobre las nuevas tecnologías en la educación, eludiendo su mera selección y posibles “usos”.
Tecnologías de la “información”
La metáfora de la información capta una parte importante de lo que pueden ofrecernos algunas de estas nuevas tecnologías pero es sumamente inapropiada, por varias razones.
En primer lugar, el concepto de “información” parece indicar algo que se da por sentado. Más allá de que luego pueda ser interpretado, sopesado., unido a otras piezas de información para obtener determinadas conclusiones, etc., es “elemental” o “primario”.
En segundo lugar, las nuevas tecnologías que aquí más nos interesan (los ordenadores, las páginas de la Web , la Internet ) no pueden comprenderse simplemente como tecnologías de la información: son además tecnologías de la comunicación.
En tercer lugar, y esto es aún más fundamental, las nuevas tecnologías no sólo constituyen un conjunto de herramientas, sino un entorno – un espacio, un ciberespacio – en el cual se producen las interacciones humanas.
De ahí que la palabra “medio” sea insuficiente. Un espacio es un entorno en el cual suceden cosas, donde la gente actúa., e interactúa. Estas colaboraciones son capaces de reunir a personas que jamás podrían interactuar cara a cara, o hacerlo de un modo distinto.
“Tecnologías” de la información
Dos tipos de retórica dominan los debates actuales. Uno consiste en considerar las tecnologías como herramientas, objetos usados para alcanzar determinados propósitos. Esta concepción instrumental externaliza las tecnologías, las ve como objetos fijos, con un uso y una finalidad concretos.
La concepción instrumental plantea varios problemas. Las herramientas no sólo nos ayudan a alcanzar ciertos objetivos existentes: también pueden crear propósitos nuevos, nuevas metas, que jamás habían sido considerados antes de que dichas herramientas los tornasen posibles.
Tal interpretación nos ayuda a poner de relieve dos puntos importantes. Uno es que la propia distinción entre lo humano y lo tecnológico nunca es del todo neta. Somos modificados de un modo muy específico, cultural y psicológicamente, por las tecnologías que utilizamos.
Pero hay asimismo una interrelación material concreta. Dentro de un contexto relacional, esta realidad nos obliga a elaborar una nueva interpretación, no sólo de la naturaleza de la “tecnología”, sino de nosotros mismos.
El otro aspecto en que resulta importante una concepción relacional de la tecnología deriva de reconocer que las elecciones en materia de uso de la misma siempre están relacionadas con un cúmulo de otras prácticas y procesos sociales cambiantes.
La tecnología no es sólo la cosa, sino la cosa y las pautas de uso con que se la aplica, la forma en que la gente piensa y habla sobre ella, así como los problemas y expectativas cambiantes que genera.
Al hablar de las “nuevas” tecnologías, entonces, debe quedar en claro que lo más nuevo tal vez no sea la tecnología, la cosa en sí, sino todos los otros cambios que la acompañan. La capacidad de transformación no es algo intrínseco a la tecnología; imaginar que lo es constituye lo que denominamos “el sueño tecnocrático”.
Una mirada “postecnocrática” a la tecnología
Una mirada “postecnocrática” a la tecnología
Los alcances que tienen las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en la educación brindan una mezcla de posibilidades transformadoras con otras muy inquietantes; no se trata de “costes y beneficios”.
Un modo de concebir las cuestiones tecnológicas podría llamarse el del “ordenador como panacea”: según esta perspectiva, las nuevas tecnologías traen consigo posibilidades intrínsecas capaces de revolucionar la educación, y bastaría con liberar este potencial para que se resolvieran muchos problemas de la escuela.
Por otra parte, la proclamación de panaceas no es sólo un artilugio del mercado: es también un mantra con el cual la escena educativa está muy familiarizada desde hace mucho tiempo.
En lugar de reconocer las dificultades y defectos inherentes al proceso de la enseñanza-aprendizaje, en lugar de aceptar la existencia de un pluralismo desaliñado según el cual distintos enfoques funcionan bien en diferentes situaciones, muchos teóricos y funcionarios de la educación adhieren a una moda tras otra y luego procuran encontrar nuevos argumentos, o nuevos mandatos, que promuevan una más generalizada aceptación y conformismo frente a la última Revolución en la materia.
Una de las consecuencias de esta búsqueda de panaceas es que cuando la Revolución no se produce, cuando se tornan evidentes las imperfecciones de cada Nueva Cosa, lo típico es que sobrevenga un rechazo igualmente exagerado de la reforma.
El segundo tipo de sueño tecnocrático, mucho más sutil y seductor que el primero, es el del “ordenador como herramienta”. Las herramientas no llevan consigo la garantía de su éxito o fracaso, del provecho o el daño que pueden provocar: todo depende del uso que hagan de ellas las personas sensatas.
Toda herramienta modifica a su usuario, especialmente, por el modo en que configura los objetivos para los que puede empleársela.
Esta tercera versión del sueño tecnocrático es probablemente la adoptada hoy por la mayoría de los observadores serios. Es un enfoque sensato y equilibrado. Entiende que debe haber una nivelación de costes y beneficios, compensaciones recíprocas, la mezcla de lo bueno y lo malo que constituye todo intento de introducir una reforma radical. Comprende el lenguaje de las consecuencias no deseadas y acepta las imperfecciones de la racionalidad humana. No ve en la tecnología una panacea ni sólo una herramienta. Sin embargo, quisiéramos señalar que sigue constituyendo una variante del sueño tecnocrático, y ello por tres motivos que expondremos a continuación.
1) El pensamiento tecnocrático mantiene una clara distinción entre la herramienta y el fin para el cual ésta sirve. Lo que corresponde es ver la modalidad sujeta a la crítica y el cambio como cualquier otra.
2) El segundo factor que permite trascender la mentalidad tecnocrática, consiste en interpretar el cálculo de costes y beneficios como un modo de evaluar el cambio.
3) La evaluación de los medios y los fines, la ponderación de los costes y beneficios, presume asimismo que la gente puede distinguir y juzgar los aspectos “buenos” y “malos” de diferentes propósitos y resultados.
Lo bueno, lo malo y lo desconocido
Aunque entendemos que estas observaciones y comentarios sobre la innovación y la reforma tecnológicas tienen validez general, se aplican especialmente al campo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
En primer lugar, el campo de las tecnologías de la información y la comunicación está cambiando a un ritmo extremadamente rápido y que parece ir acelerándose cada vez más. Por otro lado, este campo de desarrollo se autogenera en el aspecto social, tecnológico y comercial. Este campo es autorreflexivo y lo vuelve muy proclive a definir sus propios problemas y objetivos de manera hermética, como metas técnicas valiosas en y por sí mismas, aparte de las claras consecuencias que puedan tener para la sociedad humana en general.
En segundo lugar, y en relación con esto, dado que un propósito primordial de estas nuevas tecnologías es la producción, organización y difusión de la información, en un sentido está reinventando de modo permanente las percepciones que tiene del uso y la finalidad de la información. La particular relación de medios y fines necesita ser situada dentro de la constelación más amplia de lo conocido y lo desconocido, multiplicada en este caso por la reflexión crítica sobre lo que puede y no puede decirnos el medio de información sobre lo conocido y lo desconocido.
En tercer lugar, las diversas consideraciones que hemos hecho aquí acerca de las tecnologías de la información y la comunicación nos llevan a una conclusión aún más radical en cuanto a la indeterminación de los efectos.
Por todos estos motivos, creemos que las reflexiones acerca de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación deben realizarse con una profunda modestia y precaución. Son literalmente peligrosas, justamente porque contienen esas tremendas potencialidades, que desbordan nuestra imaginación.
Pensamos que es menester adoptar una postura más matizada. ueremos incorporar una perspectiva crítica, dentro de una polémica sobre éstas. Queremos sugerir cuál podría ser el sentimiento o tónica predominante en una postura postecnocrática: no sólo sopesar los “riesgos” y las “promesas” según sus mutuas relaciones, sino ver que son esencialmente inseparables. La perspectiva postecnocrática que defendemos exige meditar con más cuidado acerca de las complejas relaciones de causa y efecto, los resultados previstos y sorprendentes del cambio, y la dificultad para definir (o discernir) sus efectos “buenos” y “malos”.
Conclusiones
Estas consideraciones nos dejan dos impresiones generales sobre lo que fue hasta ahora el debate acerca de las nuevas tecnologías en la educación.
Primero, hay una tendencia a querer encuadrar estas cuestiones como una controversia. Esto tiende a contraponer y dicotomizar las dimensiones “buenas” y “malas”. Exige un enorme esfuerzo y cuidado ayudar a la gente a ver que esta manera de encarar la cuestión es, precisamente, una parte del problema. Nunca avanzaremos si pensamos que todo se reduce a nivelar lo “bueno” y lo “malo”, o a tratar de conservar lo “bueno” y minimizar lo “malo”.
La segunda conclusión que extraemos de estas reflexiones es que se debe abandonar la idea de que el simple hecho de Investigar más nos dirá qué rumbo debemos adoptar. Creemos que las decisiones relativas a las nuevas tecnologías en la educación han sido especialmente susceptibles a la promoción publicitaria y a la urgencia nacida de suposiciones sobre lo que ya estarían haciendo los demás. Quizá nuevos diseños de investigación, o la combinación de métodos cuantitativos y cualitativos, permitan abordar estos problemas y proporcionarnos datos útiles para reflexionar sobre las complicadas decisiones que enfrentamos.
Estamos en medio de un proceso de reformulación del significado y los fines de la educación, y no meramente intentando encontrar formas mejores, más rápidas o económicas, de hacer lo mismo que ya estábamos. acostumbrados a hacer.
Estamos en medio de un proceso de reformulación del significado y los fines de la educación, y no meramente intentando encontrar formas mejores, más rápidas o económicas, de hacer lo mismo que ya estábamos. acostumbrados a hacer.
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